Gallito ciego
Se le venda los ojos al que hará de gallo. Se le pregunta, según una de las variantes, la siguiente fórmula
Gallito gallito, se te ha perdido algo?
Contesta: Sí, aguja y dedal
Se le practica una cantidad de giros hasta que el gallo se maree, antes de contestarle:
Pues a buscarlo al totoral!!
Allí todos los niños salen corriendo y el gallito debe encontrarlos.
El procedimiento suele ser éste, más allá de las preguntas en juego. Pero algunos incluyen terminar el juego mediante la adivinación de quién se trata a quien el gallo encontró.
Bolitas (o canicas)
Este juego es uno de los que llevan a los niños a competir: muchas veces el que gana se queda con la bolita del perdedor. Esto dota al juego de un gran apasionamiento, a la vez que muchos adultos también comienzan una polémica: ¿se trata de un juego sano? Como ya vimos para hablar de las pistolas de juguete, el juego siempre es sano. Ningún niño se hizo apostador empedernido por jugar a las bolitas con sus amigos.
Sobre los límites de la competición, hay una película mexicana de principios de este milenio que se llama El Bola, un niño de barrio que convierte su habilidad en competencias, su vida pasa a ser una aventura -que a veces no sale tan bien. Pero el juego de las bolitas ya dio pruebas de sobra acerca de su vigencia elocuente y de lo bien que la pasan los niños que juegan con ellas.
Una variedad estándar de juego sería el siguiente:
Se traza un territorio en la tierra y en el centro se cava un hoyuelo que se denomina de diferentes maneras según la región. Digámosle OPI.
Sin salirse del territorio, se intentará dar con la bolita del contrincante. Luego de asestar el golpe, el paso para la victorio consiste en embocar la bolita en el OPI
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